martes, 6 de agosto de 2013

Juegos de palabras e interculturalidad en la música de Kevin Johansen


Kevin Johansen nació en Fairbanks, una ciudad estadounidense situada en la remota Alaska. A la edad de 12, cambió la aterida soledad blanca por la bocanada cultural de Buenos Aires (ciudad en que hoy reside). Luego, dio sus primeros pasos musicales en Uruguay, consagró su carrera en España y hoy habita en sus zapatos. Se trata de un artista que gracias a este generoso vagaje*, sazona sus letras con ingeniosos juegos de palabras entre diversos idiomas (español, inglés, francés, portugués); mientras que en su carta musical encontramos una condimentada y rica variedad de platos del mundo. Es en esta sala de espejos de babel donde encontramos su identidad, o un reflejo de ella.
                                                    
La antropología nos ha ilustrado generosamente en cuanto a cómo diversos grupos humanos construyen su realidad en base a conceptos lingüísticos específicos, o configuran su idioma según aquello que les rodea, creando así una identidad. Lo mismo ocurre en nuestra sociedad «desarrollada»: contamos por ejemplo con palabras específicas para representar un estado de angustia paralizante (depresión), o endeudamiento por sobre la capacidad de pago (mora), pero carecemos de un equivalente semántico para el verbo Aymara tumpasiñaque engloba algo tan necesario como «quiero ir a visitarte porque te aprecio mucho y te echo de menos». El idioma crea realidad y a la vez es su mejor termómetro.

Intuimos entonces que comprender un idioma distinto al propio es ver el mundo a través un prisma diferente, un nuevo punto de vista que no separa, más bien unifica los diversos ángulos. Es esa dilusión de las fronteras lingüísticas, y por tanto culturales, el fenómeno que quizás más llama la atención en el trabajo de Johansen. Podríamos pensar que se vale de los idiomas para alcanzar y unir mundos, pero quizás sólo los visita sin alterarlos; cual antropólogo, mochilero o lingüista. Esta homogeneización cultural no resta identidad: hermana y disuelve los límites entre inglés español, norte sur, latino anglosajón; una amalgama cultural que acerca su oficio a otros como la arquitectura, la traducción o las artes culinarias.

Toda buena cocina suele contar con un ingrediente secreto, y en la paella Johansen ese elemento es el humor. Uno ríe de buena gana y de forma inmediata con el primer sorbo de su ingenio; pero como ocurre con el buen whisky, tras la risa inicial uno se queda degustando el aftertaste: hay siempre algo más detrás de lo paladeado inicialmente, una segunda o tercera lectura. Este tipo de humor, como el de sus compatriotas Les Luthiers, requiere necesariamente de un filtro decodificador más sutil, de un proceso traductor. He aquí un ejemplo en que juega con los idiomas y algunos de sus referentes socioculturales, como el nacer en determinado tipo de cuna, un recurso figurativo al cual no le falta literalidad.


Star Estrella
He was born in a dirty zanja

She came out de la misma tierra

Silver spoon, cuchara de plata

Wooden spoon, cuchara ‘e madera"






En «La falla de San Andrés», juega con la palabra inglesa «fault», que en español puede ser tanto «falla geológica" como «culpa».



La Falla de San Andrés

"This time it wasn’t my fault,
it was San Andrea’s fault

No fue mi culpa esta vez,

fue la falla de San Andrés"





Otros ejemplos de lo mencionado son «The Gem in I», o «Citizen» (que sugiere una relación entre «ciudadano» y la filosofía Zen); canciones completas en otro idioma, como la melancólica Down With My Baby, o la hermosa e invernal Chanson de Prevert.

Un muy completo análisis, realizado por Mara Favoretto y Timothy Wilson (que pueden consultar aquí), relaciona la postura rupturista y a la vez unificadora del artista, con el movimiento Dadaísta. No es que él así lo afirme, pero: «El carácter del dadaísmo era indefinible, anárquico y no se refería a nada en particular. Dada significaba ‘nada,’ que es también el nombre de la banda de Johansen. Si bien ‘the nada’ es más que nada un juego lingüístico y fonético entre el castellano y el inglés (de nada = you’re welcome), resulta inevitable jugar con posibles alusiones resultantes de este juego de palabras (the nada = the nothing).»

Además, las referencias a la ausencia de fronteras definidas en lo geográfico, lo musical y lo lingüístico, evidencian una plasticidad natural para jugar con la sintaxis y los componentes semánticos, haciéndolos danzar en un contagioso candombe verbal  al cual pocos se resisten, ¡menos aún los traductores!, a quienes este tipo de creaciones nos resultan fascinantes.

Por todo lo anterior, el corpus língüístico de Kevin Johansen puede resultar de gran interés a aquellos traductores que gustan de investigar sobre la interculturalidad inherente al cruce de idiomas, así como también a aquellos interesados en los aspectos más curiosos y lúdicos de la traducción, especialmente (y sin pretender reducir el trabajo de Johansen a este aspecto únicamente) en el campo del humor. 

Tal como en los juegos fonéticos y sintácticos en diversos idiomas (y al igual que en la traducción), en la música de Johansen ninguna posibilidad está completamente agotada, permitiéndonos seguir generando nuevas lecturas en la medida que procuremos no ser categóricos respecto a nuestras interpretaciones. La magia reside precisamente ahí: en no etiquetar, ni poner un punto final. Así como toda traducción está sujeta a futuras mejoras, las canciones y poemas están igualmente abiertas a nuevas e impensadas interpretaciones.

*Vagaje: Al autor de este blog simplemente se le ha antojado crear esta palabra, mezcla de "vagar"con "bagaje". La primera refiere al ir y venir del personaje descrito, y la segunda al acervo multicultural que dicho destino le proporcionó.